Querido amigo,
Susurro suavemente en tu
oído y de todas maneras no puedes escucharme. Es el resultado de un cambio
energético, me dicen. He buscado una vía de comunicación por lo que pareciera
una eternidad. La medida de los momentos es inexistente mientras continúo
tropezando con ustedes. Muchas puertas cerradas en mi cara. ¿Es que nadie
siente mi dilema? Seguramente deben haber existido otros con la urgente
necesidad de regresar. ¿Será que soy la única? Me he convertido en una
peregrina buscando una nueva vida de libertad en la que me pueda comunicar como
yo quiera. Sin embargo, ninguna respuesta, y además toda esa indiferencia
corta mi intención con rapidez.
Puedo ver a mis hijos
llorando por mí mientras espero, apresada aquí a pesar de que claramente no
estoy preparada. Me pongo de pie al lado de ellos con la esperanza de tener
alguna ligera señal de que sepan que estoy aquí. A menudo toco sus mejillas con
mi mano solo para que ellos me respondan con un manotón, como si yo fuera un
insecto. Mi corazón sufre al no poder consolarlos. Mientras ellos lo van
superando y ponen mi dolorosa ausencia de lado, veo que van a sobrevivir.
Desgarrada entre la alegría de verlos fortalecidos y la debilidad de mi
pérdida, espero.
La alegría de este desahogo me reconforta. La frustración de
aquellos atrapados en el medio con asuntos no resueltos es el verdadero
infierno del que habla la religión. En otros tiempos hubiera insistido en
mandar un mensaje para aquellos que amo. Ahora solo es suficiente tocar el
físico otra vez mientras vierto fuera de mi corazón aquello que anhelo.
Es difícil morir rápidamente, sin tiempo para prepararse ni para
decir adiós a todas las cosas que planificabas. Solo un aliento y ya, eres
incapaz de volver.
Gracias por este momento.
Ahora sé que mis hijos están seguros y me aman. Estaré con ellos otra vez.
Estoy comenzando a ver una luz en la distancia. El silencio autoimpuesto se
levantó. Yo también lo supero.
Gracias,
Mildred Bernstein Miller
No hay comentarios:
Publicar un comentario