sábado, 9 de mayo de 2020

Ernest


Mazda RX-Vision Concept | Pistonudos


Querido amigo,

Vi tu existencia desde muchos ángulos. En el plano físico nos unimos como amantes. El encanto de la lujuria nos abrumó y nos lanzamos de cabeza en nuestro amorío. Eso fue todo ¿sabes?, al menos, para mí. Nunca el amor o pensamientos románticos entraron en mi mente. Bebí del momento físico engrandecido por lo que veía como química. Profundamente cautivado por la materia había olvidado por completo por qué estaba allí. Percibía la vida como un momento plano, unidimensional. Entonces, toma lo que puedas mientras puedas. Una especie de lema para mí. Estaba totalmente absorbido en mi psique y en la perfección de mis atributos. Creía en Dios y le agradecía, pero por todas las razones equivocadas. No era más que una costumbre para mí. Creí que lo tenía todo. Tu cuerpo, una gran carrera, una tremenda apariencia física, montones de dinero.

En apariencia externa, una gran vida. Yo te vi, pero nunca realmente te contemplé. Estaba tan desligado de la realidad.

Mi partida me llegó rápida y sin aviso en una calle resbalosa una tarde de octubre. No estabas conmigo. Estaba saltando de fiesta en fiesta buscando admiración a mi vida perfecta. Recuerdo el sonido de un equipo de estéreo con el volumen extremadamente alto. El otro carro estaba lleno de chicos que buscaban emociones fáciles. Ellos encontraron su emoción excitante; de hecho, todos lo hicimos mas nos salió caro a todos. El sonido del metal crujiendo parecía que nunca iba a terminar. Mi rostro se puso caliente y sentí que algo le pegó a mi cabeza.

Sentí luces que me daban vueltas tal como una discoteca barata de los setenta.

De repente todo se detuvo. Mi primera reacción fue saltar fuera del carro para chequear los daños. Esos niños idiotas del otro vehículo iban a estar en serios problemas. Mi auto es muy costoso. No quedaba mucho de él. Yo estaba furioso. Me volteé hacia el otro carro y me di cuenta de que estaba en llamas. Se lo merecen, deberían ser más cuidadosos. Todos cuatro estaban de pie viendo cómo ardía el auto. En mi ira les grité a ellos por su estupidez. Arruinaron mi carro perfecto. ¿Cómo iba a llegar a casa? Ellos no me respondieron. Se quedaron allí, de pie, viendo el fuego. ¡Idiotas! Caminé hacia ellos para desahogar más mi frustración. Tan pronto me acerqué, me miraron simultáneamente y dijeron sonriendo: «Él no entiende». Me dispuse a arremeter contra ellos, pero desaparecieron, ¡puf! No estaban en ninguna parte.

El auto estaba en llamas completamente, pero ellos no es­taban en ninguna parte donde pudiera encontrarlos. Regresé corriendo hacia mi carro para buscar mi celular y llamar a la policía. Entonces lo vi. Un cuerpo encorvado sobre el volante. La cara desfigurada y había mucha sangre. Halé al hombre ha­cia atrás y entonces me percaté de que era yo.

No recuerdo cuánto tiempo estuve allí gritando. No recuerdo lo que sucedió después realmente. Todo lo que sé es que la imagen de ti vino a mi mente. No te veo de la misma forma. Hay un sentimiento más profundo como si te estuviera viendo por primera vez.

Estaba viendo muchas cosas como si fuera la primera vez. Mi vida fue una serie de fascinaciones físicas. Había olvidado acerca de la dimensión espiritual y además que es la única que realmente importa. Entonces ahora te vi desde un ángulo diferente. Hay tanta belleza en tu esencia. Mi única esperanza es que tengamos la oportunidad de tratar otra vez en otra vida física. En esa ocasión estaré más alineado con la existencia en todas sus dimensiones, física y espiritual.

Recuérdame con amor. Me tomó mi propia muerte estar vivo otra vez. Y esperaré.

Con amor,
Ernest

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