Morir fue una experiencia
extraña. Sabía que vendría. Tenía miedo, pero me resigné al hecho. La vida fue
muy corta. La había disfrutado inmensamente y lamentaba el hecho de dejar atrás
a mis seres queridos. No vi hacia adelante una «aventura».
Seguramente todo el cuento de las puertas perladas, el cielo y san Pedro eran
puros mitos. Fueron creados para quitarle el miedo a lo que la aniquilación
implica. El final. «Game over». Sabía esto. Tenía miedo,
pero el miedo no importa cuando el final llega. Simplemente llega y es lo que
es.
Cerré mis ojos y me dormí.
O eso pensé. El sueño comenzó casi inmediatamente. Allí estaba yo en mi patio.
Tenía tres años y corría a través del agua de los aspersores. Un día húmedo y
caluroso. La franelita y los pantalones que usaba se pegaron a mí. La
exaltación, cuando el chorro del aspersor me pegaba, llevaba mis emociones al
máximo. Gritar de alegría y correr una vez más, seguramente no llegaría el
final. Mi patio era el mismo de siempre. Columpios, caja de arena, casa de
muñecas. Una tarde sin fin de sol y frivolidad. Había tenido este sueño antes y
de repente recordé que de hecho sí era un sueño. Había algo más que recordar,
pero se me escapó de la mente.
Pequeños amigos vinieron a
jugar conmigo. Cada uno participando en varios juegos. Risas y diversión. Todo
fue muy agradable. Podría hacerlo por siempre. Cuando era una niña no medía el
tiempo. Simplemente era. Había olvidado eso.
El día, que parecía infinito, estaba lleno de amigos y risas.
Recuperé mi aliento debajo del árbol de sauce después de otro juego de correr
para que no me atrapen. Siempre me gustaba allí. La caja de arena alrededor de
su base. El viento sonando entre sus ramas. Mi lugar favorito. Había un pájaro
azul que solía cantar allí. Lo llamaba Blueberry. Él me llama. Miré hacia
arriba y allí estaba. ¡Cielos! Cuánto lo extrañaba. Cuando tenía cinco años él
me dijo muchas cosas.
Quizá él pueda ayudarme a
recordar lo que es importante. Miro hacia arriba y él comienza a cantar. Su
canción está llena de esperanza, amor y caridad. De algún modo es diferente de
cuando era una niña. Me empiezo a confundir. Blueberry se posa en mi
hombro y me reconforta, y me dice que recuerde. No puedo. Me dice que vea al
cielo. Me dice que vea mis manos. No puedo. Me dice que estoy muerta. No es
verdad. Me dice que vuele con él. ¿Acaso puedo?
Blueberry se queda conmigo mientras
recuerdo. ¿Estoy muerta? ¿Es esto solo un sueño? ¿Estaba solo viviendo un sueño?
Blueberry me dice que él será cualquier cosa que yo quiera y lo mismo
hará mi muerte.
Entonces, me siento con él
y jugamos al sol, Blueberry y yo, por la eternidad. Un lugar tan cerca
del cielo como puedas imaginar. Y el cielo es, de hecho, lo que tú imagines.
Jessica
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