Querido amigo,
No puedo recordar quién
soy. Siento el aire agridulce en mis fosas nasales. Si exhalo bruscamente una
bocanada de humo se escapa de mi boca. El área a mi alrededor está nublada. No
puedo ver muy lejos en ninguna dirección. Bajando la mirada hacia mis manos,
noto en ellas un tono grisáceo y, además, están marcadas por protuberantes
venas azules. Me cruza por la mente la pregunta: ¿habrá todavía sangre fluyendo
a través de ellas? Imposible saber.
Estoy afuera viendo hacia
adentro, pero veo a través de ojos que ya no pueden ver. Cada momento fluye y
pasa a través del espacio como una inhalación. ¿Será que soy un fantasma? Es
este el destino seleccionado para aquellos que no pueden recordar. Atravesar
espacios nublados en busca de cascarones que estuvieron en el estado físico. ¿Será
que aquellos que se mantienen ciegos no ven el lugar donde realmente están? Quizá
mi destino se revelará a sí mismo. Si no, estoy determinado a moverme a través
de la niebla a cualquier destino.
Me da curiosidad saber si
recordaré quién soy ¿Importará realmente? Estoy seguro de que no sigo estando
en el plano físico. El camino que me trajo a este momento se me escapa. Cuando
me presiono para recordar me embarga la frustración. Trazas de momentos
anteriores pasan por delante de mí. No es suficiente información para diseñar
una identidad. Los sentimientos me dejan vacío y con dudas sobre mi futuro.
¿Será que un muerto tiene futuro? No puedo describir con precisión la forma
cómo ocurrió mi muerte. Todo se ha evaporado de mi mente.
La niebla no se levanta. Se mantiene para torturarme durante la
búsqueda de mí mismo. Comienzo a caminar esperando encontrar los linderos de
mi confinamiento. Me desespero buscando definición. Una tenue luz de esperanza
me precede y la persigo con mis brazos abiertos de par en par. No puedo medir
el tiempo que pasé buscando mi identidad. Cada movimiento, inexistente en este
espacio sin tiempo. Parece fútil continuar adelante. Quizá no hay modo de saber
por completo quién eres. Quizá cada identidad es solo una mera fracción del
todo. Y quizá la separación del todo invalida la individual.
Comienzo a sentir que
finalmente no importa para nada quién era yo. Ver hacia atrás es
insatisfactorio. Ver hacia adelante a una nueva identidad y asumirla es quizá
la clave para mezclar quien yo era con quien estoy a punto de ser. Los bordes
de mi encierro se disuelven considerablemente con cada nuevo pensamiento. Al
momento que abrazo mi ser y acepto lo que no puede cambiar, me siento libre.
Libre de convertirme en algo nuevo. Libre de ser parte de todo lo que es. Mi
búsqueda termina aquí. En la próxima vida encontré quién yo era. Este
conocimiento me reconforta y comienzo otra vez. Esta vez con mayor claridad. La
niebla se levanta.
Bartholomew
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