martes, 31 de marzo de 2020

Samuels


Caminando hacia la Luz - Home | Facebook
Querido amigo,

Al morir esperaba, sin duda alguna, ver el rostro de Dios. Comprender los misterios de nuestro universo mientras conversaba con el Creador de todas las cosas. Quería saber si la Biblia hablaba de hechos reales, de ficción o de la mezcla de los dos. Quería saber quién era de verdad Cristo Jesús. Quería saber si realmente tenía otra oportunidad a través de la reencarnación. Tenía muchas preguntas con más o menos igual número de respuestas.

Imagina mi sorpresa al momento de la transición. La única trompeta celestial fue un ligero pito en mis oídos, que luego se tornó un poco fastidioso hasta que dejó de sonar. Mis ojos, como los conocía, no existían más. Percibía sensaciones sin definición. El plano físico representa formas. La espiritualidad no tiene definición. Los extremos se esparcen desde el alma hasta más allá de lo que puedes imaginar.

Me encontré confiando en viejos patrones físicos para definir lo que estaba sucediendo. Ahora me doy cuenta de que era más fácil aceptar las nuevas cosas. El paseo al olvido hubiera sido más suave.
No te asustes por el término olvido, es solo un estado del ser. No hay aniquilación unido a este estado. Es solo diferente.

Vamos a regresar a la cara de Dios. Obsesionado por el concepto busqué una explicación a las lecciones recibidas acerca del encuentro con Dios. ¿Dónde estaba? Yo estaba solo.

Eones de tiempo parecieron pasar. Nada había. El temor a que todo fuera mentira me envolvió. Traicionado por mi raza y mi cultura, discutía conmigo mismo sin el rostro de Dios. ¿A quién le he rezado todos estos años? ¿Era solo una fantasía? ¿Será que se burlaron de mí tan fácilmente?

Estoy seguro de que debe haber alguien que me consuele. ¿Dónde están todos esos ángeles y santos? ¿Dónde está la con­ciencia de la misa? Estaba solo.

Sintiendo lástima de mí mismo comencé a llorar. La última vez que tuve tal estado emocional fue en el funeral de mi madre cuando tenía 10 años. Las lágrimas corrieron por mi rostro y formaron un charquito, allí cerca de mi vista, que brillaba cuando era capaz de enfocarme durante las pausas en mi llanto. En un breve momento capté el reflejo de quien solía yo ser en el charco, lo cual trajo muchas memorias de mi vida. Me di cuenta de cuánto había cambiado. Mis facciones estaban más definidas. De hecho, me veía muchos años menor.

La imagen de mí comenzó a hacer su camino a través de varios escenarios y encuentros en mi vida. Mientras lo veía me sentí mejor. Muy malo que Dios no haya estado aquí para ver la vida tan buena que había logrado llevar.

El orgullo de un trabajo bien realizado me llenó. Bueno, si Dios no estaba por aquí me doy a mí mismo la absolución y estoy listo con esto. De hecho, crearé mis propias puertas perladas del edén.

Tan rápido como mi propio pensamiento, las puertas del cielo se materializaron frente a mí. ¿Dónde estaban anteriormente que no las había visto?

Imposible.

Dos formas se movieron hacia mí. Eran de apariencia angélica, mas no lo que esperaba. Aparentemente con algún propó­sito caminaron hacia mí.

Les pregunté acerca del asunto de Dios. Confundidos se miraron entre sí y luego me miraron a mí. «Dios está aquí. Has estado en contacto desde que llegaste, ¿sabías?».

Claro que estos dos no fueron de ninguna ayuda. Yo no ha­bía estado con nadie. Estaba solo.

Los dos seres asintieron la cabeza. «Mi querido, eres la presencia de Dios al igual que nosotros. Dios existe en todo. Solo necesitabas buscar dentro de ti para encontrarlo. Tus lágrimas fueron la ventana. Dios se ha visto a sí mismo a la cara y está complacido. Nunca estuviste solo. Estabas con Dios».

Viendo en retrospectiva probablemente estaba molesto. De cualquier modo la revelación me dio cual golpe en la frente y me eché a reír. El enigma era muy simple. En mi iluminación las puertas del cielo se abrieron frente a mí y caminé a través de ellas. El rostro de Dios brilló delante de mí en mis propias lágrimas. La cara era la mía. Lo entendí.

Samuels



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