Siempre pensé que mi cuerpo era tibio porque era
un ser humano. La sangre, franqueando por mis venas, mantenía el calor interno.
Hay muchas explicaciones para esta condición. Ahora tengo uno igualmente
verdadero, pero no es biológico. Es la energía del alma. Únicamente el alma es
lo que lo mantiene vivo.
Puedo recordar con gran claridad cada uno de los
momentos de muerte que he experimentado. Con cada muerte adicional, el proceso
se volvía cada vez menos traumático. Hubo momentos en que reconocí el comienzo
y fui capaz de pasearme por él hasta con descuido.
La primera experiencia me dejó confundido. No comprendía que el espíritu puede dejar el cuerpo en cualquier momento, pero
cuando uno se sale es muy difícil regresar. Entonces me fui muy lejos un par de
veces y causé el fallecimiento de aquella vida en particular. Ahora que he
perfeccionado el método lo disfruto más que el nacimiento.
Venimos a este lugar con cierta aprehensión. Una sensación de presentimiento domina el entorno. Al tratar de adaptar la
agilidad del plano espiritual nos sentimos torpes como si tuviéramos un cuerpo
de barro. De manera extraña damos pasos hacia nuestra evolución. Recé para que
me dijeran quién había diseñado este tan dudoso plan. ¿Por qué evolucionamos al volvernos densos? ¿Por qué la forma física? ¿Por qué debemos mantenernos en
este círculo de repetición hasta que alcancemos la perfección? Estas preguntas estaban en mis labios justo en el momento después de mi muerte.
Me empecé a aburrir y entonces
me volteé hacia la luz con la esperanza de recibir alguna guía. Allí hay un
líder que seguir. Corriendo traté de verle el rostro. Después de una inspección cuidadosa por primera vez veo que el líder soy yo.
En esta claridad ahora veo la naturaleza precisa
y delicada de este ciclo. De verdad, un ser muy elaborado propuso este plan.
Busco por el autor y otra vez soy yo. Después de participar en muchos ciclos,
quizás la imagen completa se me aclarará.
Te dejo con tus pensamientos
Yo
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