domingo, 1 de marzo de 2020

Eddie






Nunca esperé tener esta oportunidad. Ahora que llegó, estoy lleno de ansiedad aguardando poder transmitir apropiadamen­te mi mensaje. Todos aquellos conectados con mi vida ya han perecido y han venido hacia donde yo estoy ahora. Desde hace tiempo hemos logrado el perdón de nuestras mutuas ofensas. Esta nota es para aquellos todavía en el plano físico. Después de todo, una vez que la vida se termina, tendrás otro chance para rectificar errores. ¿Cierto? No siempre es así. De hecho, tus obras oscuras te siguen donde quiera que vayas. Déjame contarte cómo fue para mí.

Crecí en el Bronx, a comienzos del siglo que ustedes conocen como 1900. Vivía en un edificio pequeño en la avenida Columbus. Era un vecindario pobre, pero limpio, y pertenecí a una familia de once hijos. Imagina la competencia solo para comer. Aprendí muy pequeño que una estafa siempre valía la pena si hacías que funcionara. Dejé el colegio a los doce años de edad. ¿Para que servía? ¿A dónde llegaría? Sabía leer y lo básico en matemáticas. ¿Qué más necesitaba? Empecé a hacer diligencias para un jefe del vecindario cuando tenía catorce años. Mi padre estaba satisfecho. Simplemente una boca me­nos para la cena.

Pasé mis años adolescentes aprendiendo de los mejores: Mickey el triturador; Roberto el listo, y Félix. Para el momento cuando cumplí dieciocho años ya andaba armado, vestía traje y no tenía ninguna preocupación relacionada con comer. Tenía mujeres, licor, comida; lo que se te ocurra, todo lo tenía. Solo tenía que hacer una sola cosa: matar gente.

La primera vez que aniquilé a alguien regresé a mi casa y me fui en vómito. Estos dos estafadores trataban de correr nú­meros y Mickey los tenía en la mira. Me dijeron, entonces, que se los advirtiera y me hiciera cargo de ellos. Era cada vez más fácil a medida que los años transcurrían. Viví una buena vida y mis hijos no tenían hambre.

Sucedió cuando estaba cenando en Provolones. En un ins­tante estoy probando un sorbo de vino; el próximo, probando un sorbo de sangre. Ocurrió tan rápido que no tuve chance ni de ponerme de pie. Recuerdo escuchar mi corazón cómo retumbaba en mis oídos. Todo lo demás era borroso. El sonido de mi corazón era lo único claro. Me sentí triste en la medida que todo se iba tornando más lento. Finalmente hubo silencio y me sentí peor.

Cuando desperté, lo primero que pensé fue que estaba en un hospital. Pronto me di cuenta de que no lo era. Entonces me dije: «Okey…, estoy en el infierno o quizás, si jugué bien, estoy en las puertas del cielo. ¿Dónde demonios estaba san Pedro?».

Seres que realmente no podía comprender entraron en mi cuarto. Me preguntaron que qué quería hacer. Podía regresar al mundo físico o podía quedarme expiando mis faltas allí. No estaba seguro de lo que significaba el negocio de expiar mis culpas, pero de lo que sí estaba seguro es que no quería regresar al plano físico. Ya tuve suficiente de eso, gracias.

Me dijeron que por toda la violencia que había perpetuado en el universo tenía que ser yo mismo el que trajera el equilibrio de vuelta. Bueno, si significaba la entrada dorada estaba de acuerdo. Me senté en una silla en el medio de la nada, y eso era exactamente: simplemente nada. Luego como en una enorme pantalla de cine comenzó la función. O quizás no era una película. De cualquier modo, lo próximo que supe es que comencé a ver a toda la gente que maté. En un momento muy raro sentí todo su dolor más todo el dolor de aquellos que los amaban. Fue escalofriante. Grité por piedad. Grité para que lo detuvieran. Me dijeron que yo fui el creador de todo ese dolor. Grité para que me dieran un chance de arreglarlo. Me dijeron que estaba en ese momento, que ésa era mi oportunidad.

Déjenme decirles que al final comprendí la locura de mis actos. Cualquier cosa que pones allá afuera revive y se te devuelve para siempre. Entonces, si estás contemplando la maldad en cualquiera de sus formas, piénsalo otra vez. Tus creaciones eres tú mismo. Vas a tener que caminar a través de tu propia galería cuando mueras.

Espero que alguien pueda leer esto porque todavía me encuentro creando el equilibrio. Tómalo de un hombre muerto. Esto no es un chiste.

     Eddie

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Notas Sobre la Partida. Autora April Crawford.

  Autora: April Crawford ___________________________ Parting Notes Autora April Crawford Notas sobre la Partida Traductora al español María ...