Querido
amigo,
Anoche
me visitó por última vez mi mayor temor. La exhalación de mi respiración final
se fugó de mis pulmones y entré a un vacío que me dejó frío en vida. Siempre me
pregunté: ¿qué pasaría realmente en el primer segundo después de la muerte?
¿Estaría consciente? ¿Entraría en pánico? ¿Me dolería? Este hecho, en su totalidad,
no ha sido traducido de manera realista por nadie, a excepción de las órdenes
religiosas. Por consiguiente, tenía miedo, estaba horrorizado. Ahora, en
retrospectiva, lo veo diferente. Si solo alguien me lo hubiera dicho quizás
hubiera sido diferente. Es esta entonces mi razón para escribirte. Esta
conexión falla, así que continuaré sin más preámbulos.
Tenía cáncer maligno, del que
viene por asuntos no resueltos. Fue intensificado por mi temor al primer
momento de la muerte. Quizás mi vida se hubiera podido prolongar si hubiera
mantenido mi atención en otra cosa. Exploré cada posibilidad de tratamiento. Le
di una buena pelea al cáncer, pero cada intento me llevaba otra vez al momento
que más temía.
Del
hospital me mandaron a mi casa a morirme. Qué mal que los demonios se vinieron
conmigo. Me perseguían en mis sueños y me mostraban visiones espeluznantes de
lo que estaba por venir. Me paralicé con anticipación. Mi mente se dividió en
contra de sí misma. Por un lado, quería vivir todo lo que pudiera; por el otro,
solo quería que todo se acabara.
Aquella
última noche, mientras trataba de mantener mi cuerpo con vida, me di cuenta de
que el momento había llegado. Casi vomité solo de pensarlo.
Estaba
en mi cama. Todos los objetos me eran familiares. Mantuve mis ojos abiertos y
empecé a contar cuánto tiempo me tomaba inhalar y exhalar. Después de unos
momentos empezó a crecer mi incapacidad por inhalar. En mi codicia por un
momento más de vida, sostuve el aliento. Luego sentí cómo mi pecho se
desinflaba lentamente mientras dejaba ir mi último aliento. De repente supe que
no iba a inhalar otra vez y ¿sabes? ¡nada cambió! El cuarto se quedó igual.
Sorpresivamente
sentí ganas de comerme un helado. Me levanté de la cama y fui a la cocina. No
me había parado en mucho tiempo. En el momento en que abrí el congelador me di
cuenta de que este era el momento que había temido toda mi vida. Y aquí estaba,
comiendo helado.
Quise
reír, luego llorar. Me dispuse entonces simplemente a terminar mi helado.
Caminé
de regreso a mi cama. Allí me sentí en calma. No me aferré por mucho tiempo.
Había mucho por ver. Mis alrededores se fueron trasponiendo hacia otro lugar.
Esta habilidad me pareció muy interesante. Mucho más emocionante que el mundo
físico.
Estoy
muy feliz. Mis miedos estaban infundados. Por eso les escribo a todos y cada
uno de ustedes, quienesquiera que sean. Es divertido cómo estas cosas
funcionan. Espero que mis palabras alivien tus miedos.
Raymond
No hay comentarios:
Publicar un comentario