miércoles, 5 de febrero de 2020

¡Ah... estaba tan equivocada!





Querido amigo,

En mi vida anterior muchas veces quise morirme. Esto era principalmente una manera de soltar el estrés que sentía cuando los dramas en que me encontraba no se desenvolvían como yo quería. En retrospectiva, todo lo veo más bien tonto. Para no aburrirte, voy a dejar de lado los sórdidos detalles de mis inten­tos suicidas, escandalosos y planificados. Vamos simplemente a decir que la muerte fue una amiga que alivió el sufrimiento de mi alma. Creía que sería el final, ¡ah... estaba tan equivocada!

La última vez que declaré mi muerte estaba de pie en un puente en Vermont. Era un sitio muy pintoresco y en vez de disfrutar del entorno estaba otra vez ensimismada y delirante por causa de otra desilusión en mi vida. Pensaba que si saltaba del viaducto voltearía la página para acercarme a mi aniquila­ción. Después de declarar mis intenciones me calmé y decidí esperar para otra ocasión. Además ya había logrado tener toda la atención de mi compañero, lo cual me satisfacía de alguna manera. De repente, la muerte perdió su encanto. Me bajé del puente solo para llegar al encuentro de un chofer borracho que conducía a 90 millas por hora.

El impacto me mandó volando por los aires. Yo estaba cons­ciente, pero todo parecía como una película en cámara lenta. Mi cadera me dolió muchísimo y me preguntaba cómo me do­lería cuando golpeara contra el piso. Nunca había visto el cielo tan azul. Sentí mi nariz quemándose por el sol. ¿Habré usado bloqueador solar? Tenía una eternidad para pensar en eso antes de azotar el suelo. Ni siquiera recuerdo si dolió.

Me levanté en la hamaca del patio de mi madre. Todavía hacía sol. La puerta trasera sonó, volteé y vi a mi mamá trayendo una bandeja con vasos de limonada. Esto provocó una avalancha de recuerdos que me llevó a darme cuenta de que mi madre había fallecido diez años atrás. Mi mamá me acarició dulcemente la frente como solía hacerlo, lo que me ratificó que en verdad era ella. Pensando en su mimo me di cuenta de que si ella realmente estaba frente a mí, entonces yo también estaba muerta. Este pensamiento me alarmó.

Después de todos mis discursos y mis ganas de morirme, finalmente había logrado lo que quería. Aquí estaba, era un hecho.

Mi madre me recibió y me dio fortaleza para poder enfrentar mi nuevo entorno. Sin muchas ganas me dirigí a conocer a aquellos seres que han pasado una eternidad ayudando a las almas como yo. Por extraño que parezca, después de todos los dramas que había jugado en torno a la muerte encontré que extrañaba la vida.

Volviendo hacia donde pensé que el puente debería estar, esperaba poder estar allí otra vez. La forma física es un estado poco apreciado. Créeme, yo lo sé.

He estado contemplando mi próxima vida sopesando qué podría hacerse diferente. Estoy escribiendo esta breve historia para que aquellos de ustedes, que desean la muerte, echen un vistazo a la chica que logró lo que quería. La vida es un don preciado que no debe ser desperdiciado por capricho. Tampoco debe querer extinguirse sólo porque quizás no sea lo que habíamos planificado.

Estoy lista para regresar ahora. Esta vez me voy a aferrar a la vida en reverencia y honor a todo lo que ésta tiene para ofrecer.


Yo

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