Siempre tuve temor a la
muerte. Desde el instante cuando empecé a caminar esta idea despertó gran
interés en mí. ¿Qué sentiré cuando realmente llegue el momento de exhalar mi último
aliento? Realmente este no es tema de reflexión para un niño. Mis padres me
dijeron reiteradamente que dejara de poner esos pensamientos en mi cabeza.
Ellos se dieron la tarea de distraerme y llenaron mi vida con lecciones,
deportes y actividades. Con suerte funcionó porque los niños pequeños saben apreciar las distracciones, sobre todo cuando giran alrededor de ellos mismos.
Finalmente puse mis
pensamientos en otras cosas, por lo menos, hasta la adolescencia. La pubertad
me pegó como un motor diesel. De repente las hormonas dirigían cada uno de mis
momentos. El simple transitar por delante de mí de algún miembro del sexo opuesto era
potencialmente una gran distracción, sin importar cualquier cosa que supuestamente
debía estar haciendo. Obviamente me enamoré de la primera chica que me prestó
atención y procedí a explorar mi sexualidad. En aquellos momentos eso era todo
lo que había en mi existencia. Me parecía que duraría para siempre.
Todo se detuvo cual
estruendoso choque cuando mi verdadero amor se mató en un accidente de
tránsito. La sensación de «final» causó que las creencias en mi propia
inmortalidad vacilaran. Ahora había una razón para indagar otra vez sobre lo
sucedido. El drama me catapultó hacia atrás y me llevó a interrogarme cómo se
sentiría. ¿Habría sufrido? ¿Estaría asustada? ¿Será que ella sabía? Todas
estas incógnitas sin respuestas llenaron mi pensamiento el resto de mi vida.
Esperé mi propia muerte con
perversa anticipación. Mis padres se hubieran horrorizado con mi fascinación.
Ambos fallecieron sin tenerme a su lado. Deseaba haber estado allí en el
preciso momento para poder haberles preguntado qué estaban experimentando.
Después de esto me obsesioné completamente con la muerte.
Escribo esta carta desde
otro lugar con la esperanza de que quizás haya alguien con las mismas dudas que
yo tenía. Quizás este mensaje pueda contestar las interrogantes que han esperado
largo tiempo una respuesta. Quizás alguien necesite saber cómo se siente morir.
Ya que respondí esta
pregunta por mí mismo, estoy ansioso de compartir mi experiencia. No hay
necesidad de tener miedo. Me maté en un accidente causado por un camión diesel.
El carro que yo manejaba chocó prácticamente de frente con ese vehículo que
saltó la isla divisoria de la autopista. Al primer momento, cuando me di
cuenta de que me iba a chocar, una inyección de adrenalina atravesó mi corazón.
Fue tan rápido que no tuve ni tiempo de entrar en pánico. Estaba congelado
detrás del volante de mi carro. Cerré mis ojos justo a tiempo. Recuerdo un
golpe muy fuerte y luego un sonido siseante como si todo el aire en frente de
mí hubiera sido succionado. Sentí cómo mi cuerpo se frenó en seco sobre una
superficie dura. Espere el golpe del camión sabiendo que me iba a doler
muchísimo ¡La muerte no me estaba ocurriendo!
Después de unos momentos
abrí mis ojos. Todo a mi alrededor era un caos total, pero yo me sentía
extrañamente calmado. Había personas aterrorizadas corriendo hacia todos
lados. Tenían temor de que el camión explotara. Había también dos tipos
tratando de sacar a un hombre atascado en una pieza de metal doblado.
Luego de una inspección más
detallada me di cuenta de que era un carro. No quedaba mucho de él, y el pobre
tipo adentro debía estar muerto. De cualquier modo corrí a ayudarlos.
Había muchos gritos
mientras los dos individuos trataban de apalancar la puerta para poder abrirla.
Desafortunadamente estaba completamente sellada. Golpeando las ventanas parecía
que definitivamente el conductor dentro del carro estaba muerto. Los bomberos
llegaron y todo el mundo estaba tratando de sacar al pobre chofer. Intrigado,
me moví hacia adelante y me escurrí hacia adentro. Me pregunté cuál sería el
problema. Me pareció extraño poder meterme tan fácil. Aquellos tipos parecían
idiotas. Toqué al accidentado en el hombro. Su cuerpo todavía estaba tibio.
Quizás estaba vivo después de todo. Sentí la adrenalina otra vez cuando lo
empujé hacia atrás para revelar su cara. ¡Era yo! O si no, entonces, mi gemelo
idéntico.
Comencé a reírme. Era una
risa abdominal profunda que hacía tiempo que no sentía ¡Estaba muerto! Había
muerto en un horrible accidente de tránsito y todo había terminado. Nada qué
temer. Solo mis propios pensamientos autoimpuestos.
Entonces puedes ver: la
muerte vendrá, pero no la aniquilación. Cualquiera que sea la vivencia tendrás
un momento para ver atrás como cualquier otra experiencia que hayas tenido anteriormente.
Si hubiera sabido esto, hubiera sido de gran impacto en mi vida. Ésta es
la razón de esta carta. Espero que pueda impactar la tuya de alguna manera
positiva.
Ve en paz,
Yo
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