Querido amigo,
Mi gran esperanza es que esta nota encuentre su camino hacia
ti. He viajado muy lejos desde nuestra última conversación. El deseo de
escribirte llena mi alma y se desborda sobre este pergamino como expresión viva
de mi devoción. Me embarqué en este viaje final con gran preocupación sin
siquiera una despedida. Quizás los cielos tengan misericordia y permitan que
esta nota pueda facilitar el peso de lo que estoy a punto de decirte.
Hace unas semanas me encontraba en un tren hacia Bruselas.
La unidad a la que fui asignada tenía que reportarse para recibir
instrucciones. De cualquier modo el viaje fue interrumpido por una detonación
que impidió que el ferrocarril llegara a la estación. El momento preciso
todavía suena en mis oídos y el choque rápido del vagón estará por siempre
arraigado en mi memoria. Cuerpos y maletas se mezclaron juntos en una explosión
gigante de energía. Yo no puedo recordar si el dolor me dejó inconsciente o si
la pura sorpresa de ser lanzada detuvo mi corazón en seco. El impacto final
contra la pared de acero no lo sentí, eso sí lo puedo asegurar. Por un breve
momento miré a mi alrededor aquella muestra de carnicería humana.
Bajo circunstancias normales me hubiera enfermado pero, por
el contrario, me encontré a mí misma examinando la escena sin el más mínimo
temblor. Mi pobre cuerpo estaba en ruinas. Increíble cuán frágil era, de diseño
tan delicado. Di un paso a través de la puerta del carro y encontré que yo era
la única viva. No había ni un solo susurro de vida, solo restos humeantes
de acero torcido. Viendo hacia arriba pude ver el sol brillando como si fuera
un reflejo de los lados mutilados del tren. Era realmente hermoso. Una obra
maestra de arte. Parecía un espectáculo de luces cuando algunos de los
ferrocarriles empezaron a implosionar sobre sí mismos. En ese momento
decidí escribirte para que no fueras a preocuparte. Yo estoy muy bien.
Diferente, pero bien.
Como el tren se prendió en fuego me inquieta que mi carta se
destruya si la dejo con mi cuerpo. Entonces caminé todo el día hasta el próximo
pueblo para poder enviártela enseguida por correo. Como puedes ver los deseos pueden
crear milagros.
El sol está poniente y debo continuar mi viaje. No estoy
segura de mi destino final, pero estoy yendo de igual manera. Quiero que sepas
que estoy pensando en ti. El pensamiento continúa, mas el cuerpo no. Guarda
esta carta como recordatorio de las maravillas del deseo.
Con todo mi amor,
Darryl
_____________________
Nota
recibida junto con la carta:
Darryl
murió el 5 de julio de 1917. Su amigo recibió esta carta a través del correo el
11 de julio, a 10 millas del lugar donde se originó el choque de trenes.
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