lunes, 2 de marzo de 2020

François, 1749


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Querido amigo,
Tenía mucho miedo; éste me envolvió como un guante sosteniéndose de cada curvatura de mi ser físico. Mis pensamien­tos se volvieron confusos progresivamente con el desenlace de los eventos. Las historias que me contaron en catecismo no estaban completas. Ni el temor al cambio se discutió ni las transiciones físicas se clasificaron para que supiéramos qué esperar. Aprecio la oportunidad de compartir mi experiencia. La esperanza prevalece en mi esencia al saber que alguien se pueda beneficiar de ella.
Sabía que estaba enfermo. Podía sentirlo en la punta de mis dedos. Igual, ignoraba las señales esperando que simplemente se desvanecieran. Tenía la idea de ser el creador, mas no entendía el origen de todo esto. Cuando una vida comienza es difícil cambiar de rumbo. Aún así yo sabía. El hormigueo era evidente desde el comienzo. En mi evasión, la enfermedad progresó rápidamente hasta que perdí cualquier esperanza de recuperarme. Era triste, pero inevitable. Mi última semana no se me reveló como tal. Fue una bendición sentirme seguro. Saber que era mi última mañana lo hubiera hecho todo más difícil.
Aquella mañana sentí un traqueteo, algo así como el sonar en una jarra vacía. Luego pasó al igual que el sol pasó a tra­vés del cielo. Recuerdo ver hacia el jardín y notar que quería plantar nuevas flores. No sabía que eso iba a ser imposible. El estremecimiento de la primera convulsión vino rápidamente. Me fui contra el tope de la cocina algo perplejo por lo abrupto de los acontecimientos. Logré llegar al sofá antes de que mis piernas se rindieran. Una experiencia traumatizante: perder el control sobre tu propio cuerpo. A medida que cada parte de mí sucumbió ante el final, fui perdiendo el miedo. De repente el proceso pareció seguro. Supe que el «Yo» en mi interior se iba a mantener aún después de que el cuerpo, que conocía como «Yo», desapareciera.

La última respiración fue difícil porque mentalmente supe que sería la última. ¡Cómo me gustaba respirar! Era sorprendente ver cómo funcionaba mientras era no-funcional. Una contradicción. No hubo dolor. Parecía más fácil respirar, pero cuando finalmente se fue me pregunté sobre la necesidad de todo esto. Hay muchas más cosas aquí. Cualquiera en la que puedas pensar. Las predicciones fueron claras y verdaderas. Podemos crear cualquier cosa que queramos. El dolor se fue, solo es el reflejo de mis problemas. Ahora percibo cómo voy a resolverlos. Es un proceso interesante.
Todo es muy claro. Todo está bien. No tengas miedo. Es todo y nada a la vez. Algo en qué reflexionar. Si tú quieres, te esperamos.
Adieu,
François, 1749

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