Querido amigo,
Tenía mucho miedo; éste me envolvió como un
guante sosteniéndose de cada curvatura de mi ser físico. Mis pensamientos se
volvieron confusos progresivamente con el desenlace de los eventos. Las
historias que me contaron en catecismo no estaban completas. Ni el temor al
cambio se discutió ni las transiciones físicas se clasificaron para que
supiéramos qué esperar. Aprecio la oportunidad de compartir mi experiencia. La
esperanza prevalece en mi esencia al saber que alguien se pueda beneficiar de
ella.
Sabía que estaba enfermo. Podía sentirlo en la
punta de mis dedos. Igual, ignoraba las señales esperando que simplemente se
desvanecieran. Tenía la idea de ser el creador, mas no entendía el origen de
todo esto. Cuando una vida comienza es difícil cambiar de rumbo. Aún así yo
sabía. El hormigueo era evidente desde el comienzo. En mi evasión, la
enfermedad progresó rápidamente hasta que perdí cualquier esperanza de recuperarme.
Era triste, pero inevitable. Mi última semana no se me reveló como tal. Fue una
bendición sentirme seguro. Saber que era mi última mañana lo hubiera hecho todo
más difícil.
Aquella mañana sentí un
traqueteo, algo así como el sonar en una jarra vacía. Luego pasó al igual que
el sol pasó a través del cielo. Recuerdo ver hacia el jardín y notar que
quería plantar nuevas flores. No sabía que eso iba a ser imposible. El
estremecimiento de la primera convulsión vino rápidamente. Me fui contra el
tope de la cocina algo perplejo por lo abrupto de los acontecimientos. Logré
llegar al sofá antes de que mis piernas se rindieran. Una experiencia
traumatizante: perder el control sobre tu propio cuerpo. A medida que cada
parte de mí sucumbió ante el final, fui perdiendo el miedo. De repente el
proceso pareció seguro. Supe que el «Yo» en mi interior se iba a
mantener aún después de que el cuerpo, que conocía como «Yo»,
desapareciera.
La última respiración fue difícil porque
mentalmente supe que sería la última. ¡Cómo me gustaba respirar! Era sorprendente ver cómo funcionaba mientras era no-funcional. Una contradicción. No hubo
dolor. Parecía más fácil respirar, pero cuando finalmente se fue me pregunté
sobre la necesidad de todo esto. Hay muchas más cosas aquí. Cualquiera en la
que puedas pensar. Las predicciones fueron claras y verdaderas. Podemos crear
cualquier cosa que queramos. El dolor se fue, solo es el reflejo de mis
problemas. Ahora percibo cómo voy a resolverlos. Es un proceso interesante.
Todo es muy claro. Todo está bien. No tengas
miedo. Es todo y nada a la vez. Algo en qué reflexionar. Si tú quieres, te
esperamos.
Adieu,
François,
1749
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