Querido
amigo,
El olor a sudor se me pega
en las fosas nasales mientras caigo lentamente al suelo. Me río al percatarme
de que mi último pensamiento fue preguntarme por qué esta gente no se baña
bien. Debería sentir dolor en alguna parte; sin embargo, mi cuerpo está
entumecido. No siento nada.
Los paneles del piso se
sienten quebradizos al contacto con mis brazos. Es una pena que no me propuse
moler a estos tipos. En el momento cuando mi cabeza pega al piso, siento una
marea de náuseas que no va a ninguna parte. Me supongo que en mi adormecimiento
no hay lugar por dónde salir.
El miedo me atrapó cuando
me agarraron, mas la derrota puede ser una droga poderosa. Rendirme parecía la
única alternativa. Si cierro mis ojos solo recuerdo el sonido. Merecía morir.
Yo era un criminal y ellos eran los ladrones. Prácticamente lo mismo. Éramos
los malos. Nunca se me ocurrió que iba a terminar mi vida tal cual como la
vivía. En violencia.
Ahora que puedo ver con más
claridad me doy cuenta de que tanto la vida como las acciones están cuidadosamente
equilibradas. En mi apuro por tenerlo todo perdí la perspectiva de algunas
cosas importantes.
Mi vida entera alternaba
entre estar arriba o estar abajo. Mayormente abajo. Era pobre y pensé que
aquellos con dinero tenían poder. Los vi agarrando y agarrando y agarrando, y
nunca dando. Crecí haciendo exactamente eso. Nunca equilibré el tomar y el
dar. Claro que ahora lo entiendo después de encontrarme ensangrentado y muerto
en la casucha de mi madre.
Qué malo que no pude aprender esta lección estando en el plano
físico. Puedo recordar los ojos del hombre que tiró del gatillo. Ellos querían
tomar. Ahora quisiera haber podido darles este conocimiento.
Por esto escribo para que
puedas dárselo a aquellos que lo necesitan. Quizá a través de tu «dar»
comiences un nuevo proceso. Sé que esta carta ha cambiado mi proceso. La
próxima vez será diferente. Ahora lo entiendo.
Yo
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