
Mi
querido amigo,
Mientras
camino a través del exuberante jardín creado por mi esencia, siento caer gotas
de humedad sobre mis mejillas. El suave sonar de estas gotas resuenan a un
ritmo parecido a algunos pasajes de mi vida. A medida que se incrementan en
velocidad se convierten en la melodía de lo que fue, y que ahora siempre será,
este patrón de vida que tamiza suavemente mis lecciones.
El pasto
debajo de mis pies se desliza cual aterciopelada manta. En este momento de
claridad, evalúo y me doy cuenta de un error en este drama. Algo muy simple,
pero muy intrincado en mi proceso hacia el entendimiento. Me doy cuenta ahora
de un solo pensamiento que fue proyectado hacia mí muchas veces, más de las que
puedo contar. Fue un callado comentario de una aún más callada mujer que me
susurraba en un momento pasajero de intimidad.
Ahora que
estoy de pie en el umbral de un nuevo comienzo me volteo para compartir este
importante comentario. Me vuelvo hacia la voz que ruega que me quede. Regreso
hacia un momento atrás. Me regreso hacia aquellos envueltos en mi drama. ¿Cómo
les digo lo que debe decirse? ¿Entenderán? ¿Lo utilizarán? ¿Lo hice yo?
Al tiempo
que me acerco hacia el final del túnel, los últimos pasos se vuelven casi
imposibles. Apretando la mano que sostiene la mía, abro mis ojos. Todos están
aquí todavía viviendo el drama que yo escogí vivir. Si hubiera escuchado aquel
comentario silencioso hubiera estado al final de otra gran obra.
Sin embargo, todo lo que me queda es la oportunidad de ser la
mujer que, en silencio, hizo un comentario aún más silencioso. Este es mi
último intento.
Verás,
cuando yo era pequeña y fresca en la mente de mis padres, la mujer silenciosa
buscó liberarme de las ataduras de este drama en particular. Fui cuidadosa y lo
que se me presentó fue lo que apliqué. Me enseñaron a colorear dentro de las
líneas. Una simple tarea, pero siempre una expectativa. La mujer silenciosa
buscó que me arriesgara a ignorar las líneas. Que fuera fuerte y coloreara
donde yo quisiera, no lo que estuviera predeterminado para mí. Es la lección
más importante que uno puede alguna vez aprender. Entonces, es mi deseo con el
último aliento de esta dulce vida decirte: no colorees dentro de las líneas.
Siento
una pesadez en mi pecho, es tiempo de irme. Espero que puedas entender mi
mensaje. Me volteo y me muevo hacia la entrada del túnel. La mujer silenciosa
está sonriendo en la entrada. Parece que sí cumplí mi misión en esta vida.
Tenía que contarte acerca de colorear dentro de las líneas. Sonriendo desde lo
más profundo camino por el jardín exuberante de mi esencia. Esta vez no estoy
sola. Sueño contigo coloreando al azar la evolución de tu esencia.
Los
pensamientos de: Louis, Elisa 1769, Everett 1620, Madeleine 1794, Sarah 1864,
April Claurson 1998, y otras tres firmas ilegibles.
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