Querido amigo,
¡Me duele! Me duele tanto que no puedo siquiera
emitir algún sonido. Mi boca está abierta, pero solo aire se me escapa. Tengo
una turbulencia en mi mente que se arremolina haciendo fútiles intentos por
reconfortarme. Quizás si mi cuerpo detuviera la respiración, el cesar del
movimiento congelaría este momento y ya no hubiera más dolor. ¿Estará funcionando?
¿Lo detendrá? No, no lo detendrá.
Con la última inhalación miro mi cuerpo a través
de mis ojos nublados. No me imaginé que esta imagen me iba a dejar más
paralizado. Esto debe ser lo que es un shock. Rígidamente muevo mi mano
hacia la flecha que sale de mi pecho. Claro que es totalmente obvio. Sácale.
Llévala hacia dónde vino. Retrocede el momento y hazlo diferente para que el
dolor deje de existir, mas esto no puede pasar. Los momentos no pueden retrocederse.
Cuando una flecha se dispara hace camino hacia su destino y causa estragos
sobre su blanco.
Mi mano pasa sus dedos alrededor de la flecha.
Con ambición temblorosa intenta removerla. Enfocándome en el área herida
comienzo a darme cuenta de que, de hecho, está bien. Que no tengo necesidad de
apresurarme. Mientras la última fracción de aire pasa por mis labios se me
forma una sonrisa. Ya no duele. En la calma puedo experimentar la situación más
claramente.
Una flecha atravesó mi
corazón. El último latido ocurrió hace solo unos momentos. El hecho de soltar
el pánico me permite ver el propósito de este intercambio. La flecha es una
acumulación de todos los comentarios punzantes que hice a lo largo de mi vida.
Al continuar con este comportamiento finalmente pude manifestar todos estos en
una flecha física que ahora atraviesa mi corazón y mi alma. Pareciera raro, pero
no siento remordimiento; solo el conocimiento y entendimiento necesarios para
continuar adelante y reparar lo que he hecho.
Veo ahora este cuerpo tan importante apenas un
momento atrás y me doy cuenta, con una carcajada, de que se mereció lo que
creó. Tantos flechazos lanzados a lo largo de una ambiciosa vida causaron más
dolor que aquel que yo sentí. Mi mensaje para ti, si te importa escuchar, es
este: siempre sentirás la herida de la punta de una flecha por alguna razón. En
mi caso se manifestó en el plano físico y en última instancia acabó con una de
mis vidas. Ahora debo repetir la lección.
Sinceramente
Bobcat, 1857
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