miércoles, 5 de febrero de 2020

Puedo decirte que la muerte es suave y serena


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Los días antes de mi muerte fueron numerosos y monótonos. Pasé mis últimos momentos contando los moretones que me dejaban las agujas, mientras me preguntaba si mi piel volvería a ser la misma alguna vez. Los diferentes tonos alimentaron mi imaginación. Fantaseaba con renacer africano. Este pensamiento, de manera extraña, me alivió. Los instantes se aceleraban al ritmo de la coloración que se expandía con los débiles intentos de mantenerme con vida. Creo que hubiera aguantado todos estos esfuerzos si no hubiera sido por el creciente dolor. Trataron desesperadamente de detener el problema; sin embargo, se extendió rampante a todo mi cuerpo. Claro que los medicamentos me ayudaban, pero interferían con mi percepción de aquellos últimos momentos. En mi ambición por un rayo de sol, acepté el dolor y rechacé los calmantes.

Era un hecho debatido entre aquellos que me amaban, pero era mi muerte y yo me sentía atrapado. Quería experimentar el proceso tal como había experimentado la vida: con los ojos bien abiertos.

Recuerdo la última mañana. Pedí que me movieran hacia la ventana. Quería ver el cielo. Con mucho esfuerzo me senté en una silla para echar un vistazo al mundo. Traté de poner atención a cada detalle como si con esto pudiera hacer que todo se viniera conmigo. Me sentí robado. No había amargura, pero yo no quería morir. Las ideas religiosas de mi juventud todavía prevalecían en mi familia, mas yo seguía buscando mi propio camino. Ahora iba a terminar, como yo, sin estar listo.

De repente sentí un tirón en el tórax. Comenzó como una pequeña sensación y continuó expandiéndose hacia todo mi pecho. Me agarré fuertemente a la silla, incapaz de pronunciar palabra. Mi mente comenzó a entrar en pánico. ¡Esto es! En vez de aferrarme traté de estar en calma. La línea del cielo estaba de manera graciosa fija en mis ojos. Mi respiración se volvió cada vez más corta. Quería gritar, pero no podía.

Esto continuó por algún tiempo. La sensación disminuyó y mis pulmones continuaron respirando, adentro y afuera. El sol estaba poniente cuando la enfermera vino a ayudarme a volver a la cama. Con su mano en mi codo me di cuenta que me puse de pie con gran facilidad. Me sentía más ágil y me tomó unos pocos pasos vacilantes llegar a la cama. No estaba mal. Quizás estaba alcanzando una revelación. Me acurruqué en la cama muy complacido de mí mismo. La muerte tendrá que esperar un día más.

Mientras me arropaba me di cuenta de que la enfermera seguía arrodillada al lado de mi silla. Estaría ayudando a algún otro paciente, me supongo. Me acordé de que estaba en un cuarto privado. Qué raro. Observé que se iba de la habitación y regresaba con dos doctores. Estaban realmente trabajando para salvar a ese pobre hombre. En serio, quisiera que lo trasladaran. Después de todo este era mi dormitorio. Trajeron una camilla y se lo llevaron. Ni siquiera le vi la cara a ese pobre hombre. Me supongo que andaba paseando por aquí y decidió estirar la pata justo aquí.

Después de toda esa ráfaga de actividad parecía que el hospital había recuperado su silencio pacífico. En esos momentos no tenía idea de lo que estaba sucediendo. Me senté en la oscuridad por largo tiempo esperando a que la enfermera me trajera mis pastillas para dormir. Nunca vino. Aunque otro hombre sí  se presentó. Era de baja estatura y simple, y lo he visto muchas veces en mi vida. No estaba seguro de cuándo ni dónde. Se acercó a la orilla de mi cama y sonrió. Me preguntó con voz muy suave si estaba listo. No supe a qué se refería, si a la baci­nilla o a las pastillas; estaba confundido. 

Me dijo sonriendo que debería ir con él, pero ¿por qué no se daba cuenta de que estaba esperando morirme? El rostro que se reflejaba en mí habló otra vez y dijo: «Ya pasó».

Puedo decirte que la muerte es suave y serena. Puedes estar esperando por ella, desafiarla, correr de ella o verla de frente con los ojos abiertos. Viene en silencio y el resultado es siempre maravilloso. Continúa de forma circular de vuelta a la vida, que se manifiesta en muchas formas diferentes. Algunos de ustedes saben, otros no.

Me encuentro ahora jugando en la segunda parte de este círculo. Veo al sol levantarse en la distancia. Estoy en mi camino. Se me ocurre que un afroamericano podría ser una elección interesante para la próxima ronda.

Yo 

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