Los días
antes de mi muerte fueron numerosos y monótonos. Pasé mis últimos momentos
contando los moretones que me dejaban las agujas, mientras me preguntaba si mi
piel volvería a ser la misma alguna vez. Los diferentes tonos alimentaron mi
imaginación. Fantaseaba con renacer africano. Este pensamiento, de manera
extraña, me alivió. Los instantes se aceleraban al ritmo de la coloración que
se expandía con los débiles intentos de mantenerme con vida. Creo que hubiera
aguantado todos estos esfuerzos si no hubiera sido por el creciente dolor. Trataron
desesperadamente de detener el problema; sin embargo, se extendió rampante a
todo mi cuerpo. Claro que los medicamentos me ayudaban, pero interferían con
mi percepción de aquellos últimos momentos. En mi ambición por un rayo de sol,
acepté el dolor y rechacé los calmantes.
Era un
hecho debatido entre aquellos que me amaban, pero era mi muerte y yo me sentía
atrapado. Quería experimentar el proceso tal como había experimentado la vida:
con los ojos bien abiertos.
Recuerdo
la última mañana. Pedí que me movieran hacia la ventana. Quería ver el cielo.
Con mucho esfuerzo me senté en una silla para echar un vistazo al mundo. Traté
de poner atención a cada detalle como si con esto pudiera hacer que todo se
viniera conmigo. Me sentí robado. No había amargura, pero yo no quería morir.
Las ideas religiosas de mi juventud todavía prevalecían en mi familia, mas yo
seguía buscando mi propio camino. Ahora iba a terminar, como yo, sin estar
listo.
De repente sentí un tirón en el tórax. Comenzó como una pequeña
sensación y continuó expandiéndose hacia todo mi pecho. Me agarré fuertemente a
la silla, incapaz de pronunciar palabra. Mi mente comenzó a entrar en pánico.
¡Esto es! En vez de aferrarme traté de estar en calma. La línea del cielo
estaba de manera graciosa fija en mis ojos. Mi respiración se volvió cada vez
más corta. Quería gritar, pero no podía.
Esto
continuó por algún tiempo. La sensación disminuyó y mis pulmones continuaron
respirando, adentro y afuera. El sol estaba poniente cuando la enfermera vino a
ayudarme a volver a la cama. Con su mano en mi codo me di cuenta que me puse de pie
con gran facilidad. Me sentía más ágil y me tomó unos pocos pasos vacilantes
llegar a la cama. No estaba mal. Quizás estaba alcanzando una revelación. Me
acurruqué en la cama muy complacido de mí mismo. La muerte tendrá que esperar
un día más.
Mientras
me arropaba me di cuenta de que la enfermera seguía arrodillada al lado de mi
silla. Estaría ayudando a algún otro paciente, me supongo. Me acordé de que
estaba en un cuarto privado. Qué raro. Observé que se iba de la habitación y
regresaba con dos doctores. Estaban realmente trabajando para salvar a ese
pobre hombre. En serio, quisiera que lo trasladaran. Después de todo este era
mi dormitorio. Trajeron una camilla y se lo llevaron. Ni siquiera le vi la cara
a ese pobre hombre. Me supongo que andaba paseando por aquí y decidió estirar
la pata justo aquí.
Después
de toda esa ráfaga de actividad parecía que el hospital había recuperado su
silencio pacífico. En esos momentos no tenía idea de lo que estaba sucediendo.
Me senté en la oscuridad por largo tiempo esperando a que la enfermera me
trajera mis pastillas para dormir. Nunca vino. Aunque otro hombre sí se
presentó. Era de baja estatura y simple, y lo he visto muchas veces en mi vida.
No estaba seguro de cuándo ni dónde. Se acercó a la orilla de mi cama y sonrió.
Me preguntó con voz muy suave si estaba listo. No supe a qué se refería, si a
la bacinilla o a las pastillas; estaba confundido.
Me dijo
sonriendo que debería ir con él, pero ¿por qué no se daba cuenta de que estaba
esperando morirme? El rostro que se reflejaba en mí habló otra vez y dijo: «Ya
pasó».
Puedo
decirte que la muerte es suave y serena. Puedes estar esperando por ella,
desafiarla, correr de ella o verla de frente con los ojos abiertos. Viene en
silencio y el resultado es siempre maravilloso. Continúa de forma circular de
vuelta a la vida, que se manifiesta en muchas formas diferentes. Algunos de
ustedes saben, otros no.
Me
encuentro ahora jugando en la segunda parte de este círculo. Veo al sol
levantarse en la distancia. Estoy en mi camino. Se me ocurre que un
afroamericano podría ser una elección interesante para la próxima ronda.
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