Cuando miro atrás a mi tan preciado cuerpo, se me escapa una carcajada. El arrebato histérico causado por el miedo no puede hacer nada para calmar el pánico que se forma dentro de mí. El solo pensamiento de que ya no hay un «dentro de mí» hace temblar todo mi ser. ¿Por qué tendría que estar asustada? Ya no hay razón de temer por mi seguridad.
Mi bien tonificado cuerpo yace inerte a mis pies. Los vasos capilares están colapsando, el corazón deja de latir. Mi apego a él comienza a menguar lentamente. Busco tocar la piel suave y quitar un cabello posado sobre mi frente. Qué cosa tan frágil este cuerpo. Me asombra que hubiera durado tanto.
Muy extraño ver ahora al ser que pensaba que era yo. Sin mi esencia para llenarlo, el parecido se desvanece. Vuelvo a reír y pienso cuán apegada estaba. Este cuerpo de ninguna manera representa quién soy yo. Era solamente un traje donado para una experiencia. Una experiencia ahora completa.
Solía estar preocupada pues pensaba que mi individualidad no sobreviviría la muerte. De algún modo aquel «yo» sería absorbido por un vacío eterno que nunca recordaría quién era.
Ahora me doy cuenta de que los miles de seres representados en mi esencia continúan todos con vida. Yo era mucho más que Mary Pat Stein. Podría listar todos los nombres, pero no es la razón por la que te escribo. El recuerdo de quién yo era en este cuerpo se quedará conmigo por la eternidad, igual como todas las otras vidas. Utilicé este vehículo para relatar mi historia a aquellos de ustedes que tienen las mismas interrogantes que yo.
Espero que puedas entender. Si no entiendes, quizás lo hagas cuando eches un vistazo hacia atrás sobre tu propio cuerpo inerte.
Mary Pat Stein, 1899
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